Era martes 15
de octubre, y hacía justo dos añitos que David y yo estábamos juntos. ¿De verdad
había pasado ya tanto tiempo?, ¡Qué ilusión! Cuántos proyectos, mudanzas, aventuras….
;D
Esa mañana, preparando
zumos y tostadas decidimos que podíamos hacer algo especial por la noche. Nada
rebuscado: una cena en algún sitio bonito, un ambiente acogedor… quizás donde
cenamos la primera vez que salimos juntos. ¡Sonaba genial!
Sin casi
pensar el día se fue pasando... hasta encontrarnos paseando en la noche por las
calles mojadas de Ponte, en un pequeño descanso de la lluvia que nos había
acompañado todo el día, contándonos las anécdotas de la jornada, riendo, haciendo
planes de futuro que después quién sabe si saldrán adelante ;D Y cada paso nos dirigía a nuestro rinconcito en
el centro de la ciudad, en el que de una forma u otra nos sentimos conectados con
aquel David y aquella Pili que no hace tanto se sentaron en la misma mesa,
quizá más nerviosos pero igual de ilusionados :)
La cena se fue pasando entre anécdotas del día, y así fue como junto con el postre llegó a nuestra mesa una cajita de un negro intenso, envuelta en brillante papel granate descansando sobre un platito de porcelana. David y yo nos miramos...
La cena se fue pasando entre anécdotas del día, y así fue como junto con el postre llegó a nuestra mesa una cajita de un negro intenso, envuelta en brillante papel granate descansando sobre un platito de porcelana. David y yo nos miramos...
¡Todo nuestro
mundo adquirió un nuevo color! Y es que es increíble entender cómo nada va a
cambiar… y a la vez cambiará todo. ¡Nos casamos….! Estamos tan emocionados que
todo son planes e ideas… y sobre todo unas enormes ganas de compartirlo con
vosotros, nuestros amigos, nuestra familia.
Porque cada nuevo día, solo por
estar, hacéis nuestro presente muy, muy feliz.