Ostris… ¡nos casamos! ¡Qué fuerte, qué emoción, qué guay!
Pero… ¿y ahora qué hacemos…? :o
Os confieso que siempre me parecieron muy románticas
las bodas que surgen de una locura de
amor, el “sí, quiero” en Las Vegas teniendo como testigo a Elvis o
intercambiando anillos de plástico como los de “Un paseo por las nubes”. Quizá
nuestra idea de romanticismo es así, un poco loquita, fresca, rápida… xD ¡Que las decisiones
difíciles sean otras, porque ésta no nos parece nada difícil! :D
- “Bien, organización: Iglesia de Hío, ¿Verdad?”
- “Jajajjaa… sííííí ;P ¡gracias, gracias, gracias!
xD"
- “¿Y el párroco…? Ah, ya sé quién sería genial
para este día ;) Vamos a
intentar que sea él”
- “¿Y lugar del banquete? Ummm… apunta: buscar lugar del banquete”
Internet es un arma poderosa, y sin embargo
buscando en foros no encontrábamos un sitio como el que teníamos en mente…
-
“Un lugar que pertenezca a
nuestra zona, que forme parte de nuestras vidas sin que para verlo tengamos que
desplazarnos expresamente”
-
“… Y que nos transmita
algo, que sea bonito pero que tenga algo más…”
Había un pazo en el entorno de Hío que
nada más saber de él nos llamó la atención. Era el “Pazo de Santa Cruz”, en
Bueu, y cruzando los dedos llamamos preguntando si tendrían salón para
organizar una boda (al principio ni sabíamos si organizaban eventos xD).
No tardamos en visitarlo. Sus jardines, el
invernadero, la capillita de Santa Ifigenia… Pasear por allí - aún en invierno
y a mitad de semana- fue como acceder a un margen de la vida cotidiana, y lejos
de nuestros obstáculos del día a día, tiempo y espacio nos parecieron conceptos
lejanos. Como plus, toda la sencillez y delicadeza del pazo se personificaban en Martín,
el casero, un hombre alegre y afable que quedará en nuestra memoria con su camisa de cuadros y las
botas de lluvia xD recién
llegado del campo.
Esa visita al pazo nos encandiló… el suelo
anaranjado cubierto de hojas, los charquitos que había dejado la lluvia… Por una parte podíamos hacernos una idea de cómo estaría el día de la boda, pero sobre todo nos
transmitió la vida que hay en él el resto del año, y cuán bello es, todavía sin
arreglar.
Si hubiéramos tenido alguna duda, ésta se habría
disipado cuando nos quedamos mirando un arco de piedra que hay sobre una de las
puertas del jardín. -“Es el arco de los músicos” – dijo Martín, sonriendo. Nos
miramos, nosotros también sonreímos…
¡Habíamos encontrado el sitio! ;P