Fue tanta la alegría de saber que en poco menos de
un año haríamos como nuestros padres, nuestros abuelos… y diríamos eso de: “se
lo voy a comentar a mi marido, a ver qué opina”, o “un momentito, que le paso
con mi mujer”… que no nos resistimos a contarlo casi inmediatamente, primero a
nuestra familia, después en el trabajo, a los amigos… y poquito a poco
compartiéndolo con los más allegados. Éste fue nuestro primer regalo de boda: la
gente. ¿Sabéis cuánto se mueven –o remueven- las relaciones personales cuando
comunicas a la gente que te casas?
La familia se lo tomó a saltos de alegría ;D sabíamos de sus ganas de que diéramos este paso, ¡pero no
hasta tal punto! Fue toda una sorpresa y un torbellino de ayudas. Quien no nos
ayudaba a elegir las flores nos echaba un cabo con la música, con la decoración,
la peluquería, el velo o las copas donde brindaremos… ¡y nosotros encantados! Un
día de celebración se pasa muy rápido, pero compartir nueve meses de
preparación… es un elixir muy dulce repartido en pequeñas catas.
En el trabajo, los compañeros se convirtieron en
unos amigos cómplices, que parecían disfrutar con nosotros cada pasito que
íbamos dando en la organización, y reclamaban su parte de estar al día en los
detalles. Fue muy bonito comprobar cuán cerca están todas estas personas que,
aunque llamas “compis”, la relación con ellas va mucho más allá.
Y por otra parte estáis vosotros, los amigos, que con diferentes detalles nos demostráis la razón de llamaros “amigos”, y nos hacéis sentir afortunados de haber reunido tan buena gente a nuestro alrededor.
Para todos vosotros es también este día, y deseamos que lo disfrutéis muchísimo!!
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